Una noche de luna menguante, nació una pequeña criatura.
No lloraba, pero tampoco reía.
Aquella pequeña criatura fue creciendo y aprendiendo,
tanto en la escuela como fuera de ella.
Pero seguía sin llorar ni reír.
La gente que veía a esa criatura crecer, pensaba que de pequeña,
la Luna al irse, le quitó esas capacidades.
La criatura no sabía que responder, así que callaba y seguía aprendiendo.
Lo que nadie sabía, era que cada noche,
salía por la ventana a hablar con ella.
Le contaba todo lo que aprendía, todo lo que veía de día
y toda esa gente que sentía, mientras,
la Luna escuchaba silente.
Y poco a poco, aquella criatura se iba encariñando de la Luna,
pues aunque ciertos días se marchase, siempre volvía.
Con el tiempo, la criatura iba haciéndose mayor,
y un día de luna creciente, le pidió a la Luna un abrazo.
La Luna no supo como responder, así que continuo callada.
La siguiente noche, volvió a pedir lo mismo que la noche anterior;
y así cada noche.
Pero una noche, la criatura se cansó de pedir y no recibir respuesta,
así que decidió salir, en vez de quedarse con la Luna.
Fue de paseo por calles, parques, bares...
Y de pronto, tropezó con una chica.
Una chica de cabello oscuro y ojos grises. Con una sonrisa
tímida y la piel pálida.
Aquella chica, se presentó como Luna, y le abrazó.
La criatura se quedó paralizada y de reojo miró el cielo.
No había luna.
Abrazó muy fuerte a la desconocida,
y rompió a llorar y a reír a la vez.