El cuarto visitante se presentó en un momento inesperado.
Estaba sentado en mi butaca, mirando la lluvia caer por la ventana; cuando de pronto, oí que alguien resbalaba en la entrada de mi casa. Como nadie se dirigió a abrir la puerta, fui yo mismo.
Hacía bastante frío, así que cogí mi bata de encima del respaldo de la butaca y me la puse. Mucho mejor. Cuando llegué a la puerta, noté un viento frío y húmedo en los pies. Fue una sensación extraña, que no se como acabar de describir.
-¿Hay alguien?
Nadie contestaba; pero yo estaba seguro que había oído un golpe muy fuerte.
Reculé por donde había venido; pero de golpe, oí un gemido muy débil, como si algo o alguien estuviera intentando aguantar el dolor. Decidí abrir la puerta.
-¡Señor! ¿Qué hace usted aquí?
-Yo... Perdone.
-Hace muy mal tiempo para que nadie se pasee por aquí. Entre, que aún se resfriará.
Le dejé mi bata, y la criada le trajo un vaso de leche caliente, y lo atendió. Cuando el pobre hombre hubo reposado, fui a hablar con él.
-Ahora que se encuentra mejor, podría usted decirme que hacía en la entrada de mi casa?
-Disculpe. Yo iba paseando bajo la lluvia, un sitio idílico para pensar un cuento; cuando oí una voz dulce proveniente de su jardín. Cuando me dirigía a llamar a la puerta, resbalé y caí. ¿Usted sabe de quien puede ser la dulce voz que he oído?
-Sintiéndolo mucho, desconozco a que voz se refiere. No hay nadie en mi jardín, y menos bajo esta lluvia.
De pronto, el parecido del visitante cambió.
- ¿No la oye? Es una voz muy suave, como si te acariciara.
-Lo siento, pero debo estar empezando a padecer sordera.
Pero el visitante ya se dirigía hacía mi jardín.
-¡Mírela!¿Verdad que es bonita la Luna? (
suspira de alivio). Ya he encontrado a mi cantante, señor. He decidido que a partir de ahora, escribiré solo para ella.
- ¿Y tendría usted la buena voluntad de decirme quien es esa maravillosa cantante?
-¿ Pero no la ve? La Luna es la mejor cantante, la más bella y la más solitaria. Yo le dedicaré todos mis insomnios y mis cuentos, para que se sienta acompañada.
Esa rareza de visitante se adentró en el pequeño conjunto de pinos que tenía en mi jardín; y desapareció.
Durante la mañana siguiente, la criada y yo registramos todo el jardín, pero no encontramos ni rastro de aquel hombre.
Creo que encontró lo que buscaba.