martes, 19 de agosto de 2014

IX. VIII. MMXIV

Hace demasiado que no escribo.
Que no escribo sobre esos secretos que casi me sé de memoria. 
Pero lo peor es que no he escrito sobre los que he descubierto ahora, o sobre las verdades que he conocido últimamente, o la maravilla de gente que me he (re)encontrado...

Hace demasiado que no me quejaba de que pierdo a gente que consigue perderse sola en sus bolsillos y se olvidan del resto que les esperamos. 

Hace demasiado que no me perdía porque todo el mundo me tenía cogida. Me quedé anclada en unas mañanas de calor con mucho ruido de pies corriendo, junto a un desconocimiento de lo familiar y unas noches de incomoda familiaridad en medio de abrazos, sustos y otras muchas cosas. 

En este ultimo lugar, me encontré. Pero me encontré de verdad. Entre tanto desorden y tanto movimiento, encontré a una Luna que llovía en el falso París. 
Era hermosamente Luna, sonrisa y lluvia. 
Pero no solo me encontré a esa Luna, también encontré un Sol radiantemente lila y florecido, un dragón verde y naranja con gafas al que le gusta cantar y recibir abrazos, un compositor sin problemas para las rimas y risas rápidas, una flor viajera...