lunes, 24 de agosto de 2015

Canadá

En medio de un mar de nieve, se esconde un abrazo entre hombres diferentes.
Alguien busca ese abrazo; alguien lo necesita. 

Huellas en el mantel blanco relatan un reencuentro inesperado. 

Carreras de risas y golpes por llegar a la base de una futura navidad aún sin decorar.

Vueltas. Bailando con el viento, que te abraza junto a pequeños bailarines.

Grandes momentos que se vuelven pequeñas historias que nunca vas a compartir.
Abrazos de frío y caricias de conocimiento.

Momentos que arrullan

Entras,
            y sin darte cuenta, quedas envuelto por un abrazo cálido.
Tan cálido como una manta cuando te entra el frío por los pies.
                      Tan suave como una sonrisa.
Después de un primer momento,
                                                    poco a poco reaccionas y caminas lentamente hasta el centro de la luz, que entra limpia por la claraboya.
Y te envuelve sin manos ni intención, tan sencilla y clara.

Te sientas, esperando poder entender todo lo que quería decir esa gente que se dedicó a escribir sobre la paz en un instante efímero de lucidez.
      La luz decide que es el momento para hacer que te tumbes entre sus rayos envueltos de polvo del tiempo. Y tu obedeces sin palabra alguna, tranquilamente, envuelto de pequeñas miradas que no entienden porque te quedas allí más de lo que la gente suele hacer.
Y tú, sin contestar, sonríes sosegado; sin más preocupación que la interrupción de alguna mariposa impaciente, que no deja de revolotear porque se siente encerrada, intranquila.
Porque no todos entendemos el mundo de la misma forma.


jueves, 13 de agosto de 2015

Dicen que

Y tenía luz. Y cortaba.


He oído decir que la gente que se siente pequeña es la que tiene una bola de luz dentro. Algo enorme. Una galaxia escondida, que ni siquiera ellos pueden ver.
Dicen que la gente rota corta mucho; que mejor no acercarse, que acaba doliendo siempre.
Muchos dicen que nadie es igual, que todos tenemos ese algo que nos hace más nosotros, más nuestros.
Se dice que escuchamos canciones tristes porque nos sentimos así. Le dan una visión negativa a algo que, a veces, no es malo.

Y yo digo,
                ¿y qué más da si a mí las personas rotas me parecen preciosas?
           ¿y qué más da si las que no lo están también lo son?
                    ¿qué puedo decir yo que os haga pensar que yo también corto?
aunque no quiera   
¿o que no lo hago?                      
¿qué más da si lo hacemos? 
                                              tenemos que aprender a curar
¿y qué más da si yo he venido aquí a aprender? 
da igual si es llorando y riendo a la vez, ayudando, dejándome ayudar, gritando y cantando

¿Qué más da?

La gente que tiene luz, no lo ve.
La gente que corta, puede curar.
La gente igual, nunca se parece.
Escuchar música triste es genial.

Y puede que no tenga razón,                           o sí
Y puede que me equivoque más de lo que creo                               o no

Todo es posible, por eso soy.
Para descubrir a gente que se tiene que descubrir, para escuchar a gente que no ha aprendido a hablar, para hablar con gente que aprende a escuchar.

Para y por.


Atentamente,